Toma mi mano. No la suelta y me dice que me quiere. Una sonrisa
revelo en mi rostro y le dejo que la vea. Todo cambia porque entonces sabe que
lo quiero también, a mi manera y en mi forma de expresión. Esos ojos que me
pone y me dicen que algo tiene que pasar porque no va a quedar así como empezó.
Un beso. Dos besos. Tres. Cuatro y unos cuantos mas, largos cortos y medianos,
todo sabrosos y con un gusto amargo que se define como cerveza, porque previamente
era la bebida que nuestras bocas habían probado, como siempre y como bebida
favorita para el momento. Una Red Lager, o una cualquiera se toma cuando se
puede y si no, nos quedamos sedientos. Nada de chopps nada de copas, del pico y
la boca para que el vidrio frio con su contenido acaricien los labios y se
calienten nuevamente juntándose e
intercambiando sabores. Que ricos besos porque esa cerveza también es riquísima,
y se realiza como un complemento entre ambas cosas incapaces de despreciar. Entre
besos, miradas y frescas, me tiro en la cama de forma tan violenta que me
gusta, ya que el masoquismo es una de mis debilidades que pocos saben que
tengo, y pocos utilizan por vergüenza al espanto. Un tema suena de fondo.
Pistols, Ricardo o quien fuese aceleran el momento. Entre tanto vaivén, una
garra me desliga de mis prendas que poco
útiles resultan en el momento. El calor no se hace ausente y las ganas de
seguir bebiendo tampoco. Sacasteme todo
nomas, y así de ‘desprotegida’ me quedé. Qué lindo que sos, la puta madre. Si
lo pienso tantas veces que no se las digo porque se hartaría de escucharme y
repetirme que lo soy más. Siempre va a quedar a dudas. Otro trago de cerveza y
un proceso que termina rápido o lento. No
hay problemas en eso porque nadie dice nada. Bueno, alguna disculpa por un mal
momento y una pregunta incomoda que nunca falta. Otro trago de cerveza y sigue
porque se nota que nos gusta. Y si no, que bien que disimulamos. Y qué lindo
que es, que lo re tiro. Siempre con su complemento, infaltable y agradable por
suerte, sino, que lastima porque siempre se hace presente. No sé este, pero yo
la paso muy bien mirándolo sin decirle una palabra y admirándolo porque hermoso
es, y hermoso siempre será. Y no hablo de solo su aspecto, sino de lo bella que
es su personalidad y su forma de ser. Un último trago de cerveza cada uno y a
lo nuestro carajo.